sábado, 9 de mayo de 2015

Los aromas del petróleo




Los aromas del petróleo (especial para Ultimas Noticias)

Durante el siglo XIX, la Cuarta República fue una época de muerte y atraso que le robó al País 70 años largos; a duras penas se pudieron hacer algunas vías férreas y algunas edificaciones públicas. Llegó Juan Vicente Gómez pero construyó muy poco para tanto tiempo en el poder, aunque pacificó al país, pues no se volvieron a suceder aquellas guerras estériles entre venezolanos que solo dejaron tristeza y miseria. Comenzaba entonces con Gómez una era de paz, excelente ocasión para pensar y visionar futuro que lamentablemente se desperdició entre el tedio y el marasmo, típico de esa época. A pesar de que ya se sabía del potencial petrolero y ya se veía que ese potencial estaba provocando migraciones masivas hacia Valencia, Maracaibo y Caracas tras un evidente abandono del campo, no se hizo nada para evitarlo. Al contrario: se sucedieron otros 70 años (1935-2000) que no sirvieron sino para ir asimilando pasivamente aquella realidad, fabricando urgentes viviendas, ya denominadas de interés social, para albergar a la avalancha de gente, pero sin hacerse ningún esfuerzo por revertir el alud, a excepción de una tímida Reforma Agraria auspiciada por Rómulo Betancourt que no pasó de ser un plan, pues carente de seguimiento, se convirtió en un lamentable fracaso.

Hoy en día vemos con perplejidad que un 85% de los venezolanos se asentó en las grandes ciudades de la Cordillera de La Costa durante esos 70 años, lo cual convirtió a Venezuela en un país radicalmente urbano, superando con creces al promedio mundial, cuya población es 50% urbana y 50% rural.

Quedó para el campo criollo una población realmente pírrica; y para las ciudades, un alboroto. Solamente pensar que en la ciudad de Caracas, el 80% de sus habitantes vive en zonas no planificadas, amerita realmente un Consejo de Estado. Tómese solamente en cuenta que en sus alrededores existe un suburbio conocido como Barrio José Félix Ribas, que es nada más y nada menos que el segundo barrio marginal espontáneo más grande del mundo (marginal porque se encuentra en las “márgenes” de la ciudad y espontáneo porque se fue haciendo al libre albedrío de sus ocupantes).

Hemos heredado a una República descuidada, con sus campos abandonados y sus ciudades colapsadas, desvirtuadas, atrasadas en servicios de infraestructura comunitaria pero claro: quién puede hacerlos en tal desorden y en cuál espacio, si todos están desbordados por tantos ciudadanos, todos ejerciendo ese espíritu creado por los “aromas” del petróleo.

No será fácil equilibrar al territorio y a su gente. Se requerirá esfuerzo verdadero y muchos años de vida. Basta ver los ingentes recursos dedicados en los últimos quince años al desarrollo del poblador, de la producción agrícola y del campo en general, con resultados que no se corresponden con el esfuerzo, dada la cultura heredada, ese algo tan difícil de doblegar.

Cuando decretemos otra ciudad capital orientada hacia el equilibrio del poblamiento; cuando logremos el retorno al campo, y cuando consolidemos el Plan de la Patria con el poblamiento del eje Norte Llanero, bajaremos ostensiblemente los embates de la inflación y de la delincuencia, la primera producto de esa dura dependencia unívoca del petróleo y la segunda producto de esa exagerada y explosiva marginalidad alrededor de nuestras ciudades.

José Durabio Moros
Ingeniero Civil CIV
josedurabio@gmail.com
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