lunes, 4 de septiembre de 2017

Pancho Angarita y mi papá

Pancho Angarita y mi papá
De cómo se conspira, y se pierden y se salvan vidas
(Especial para Biblioteca de autores y temas tachirenses)

Es impresionante los estragos síquicos que logró hacer en tantos venezolanos de la época, y en la de sus sucesores, ese estilo tan férreo de Juan Vicente Gómez a la hora de mantener presos a quienes adivinaba o suponía adivinar le estaban tejiendo una red conspirativa para sacarlo del poder. A ese pensamiento le dedicó la segunda etapa de su largo gobierno y no lo abandonó hasta la hora de su muerte.

No en balde el citado estilo provocó que sus consecuencias fuesen narradas por grandes literatos de la época, entre ellos Carlos Brandt, quien en 1947 escribió el libro “La época del terror”, donde trata como “época” a todo el tiempo en el cual el país estuvo bajo las riendas de Gómez. 

Y es que no era para menos. Nunca en el país, ni antes ni después en su historia republicana, se ha sabido de presidios más largos y condiciones más infrahumanas para los presos que por pensar diferente sacrificaban media vida tras las rejas en sótanos y con bolas de hierro ancladas a sus piernas. Casos emblemáticos son los de Rafael Arévalo González y Román Delgado Chalbaud. El primero pasó la mitad de su vida tras las rejas. Estando allí nació y murió su último hijo sin él poder haberlo visto nunca; y estando allí se enteró de su viudez, y eso porque uno de los vigilantes de la cárcel le dijo que acababa de pasar por el frente el entierro de su esposa. 

Pero el caso de Román Delgado Chalbaud se pelea con el de Arévalo González por lo patético. Delgado Chalbaud pasó 14 años preso. Aunque Arévalo pasó el doble, lo hizo en 14 cárceles diferentes, con algunos intervalos libres. Los años de Chalbaud fueron seguidos y en una sola cárcel: La Rotunda, la más temida de la época, en sótanos de más de 10 metros de profundidad y siempre con una bola de hierro de 35 kgs amarrada a una pierna. En todos estos años nunca vio a sus hijos y a su esposa la vio una sola vez, y eso a cambio de una hacienda.

Román salió de la cárcel con unas ganas incontenibles de tumbar a Gómez y le declaró la guerra. Como la condición de este para sacarlo era que se fuera  de Venezuela, aprovechó y se instaló en Francia, donde durante dos años diseñó con toda la paciencia y lujo de detalles una conspiración de las nunca antes mejor planificadas, sin descuidar detalle. Así fue como en un barco alquilado salió de Polonia hacia Cumaná en julio de 1929 en la expedición teóricamente mejor planificada de su vida pero con muchas suposiciones hechas de participación de confabulados en otros frentes en diferentes partes del país de las cuales todas fallaron, inclusive una que comandaba un tal Pedro Aristeguieta que llegó a actuar pero que se le acabaron las balas en plena faena y replegándose los mataron a casi todos, incluyéndolo a él. 

El día anterior a esos sucesos, viendo Román que no llegaba nadie como estaba previsto, se bajó del barco y empuñó una ametralladora en un ataque de ira y desafío y armándola en el piso recibió dos impactos de bala que le quitaron la vida. Allí terminaron los dos años de planes al dedillo y la vida de este señor, con 55 años apenas, habiendo entrado de 42 años a la cárcel, es decir, 14 años preciosos entregados a una vida de perros.

En el barco venía también el escritor José Rafael Pocaterra, el médico Rafael Vegas y Francisco Angarita. José Pocaterra quedó vivo porque nunca se bajó del barco, al igual que muchos acobardados a última hora debido a que no llegaron los refuerzos. Pocaterra dice en sus memorias que a Rafael Vegas lo mataron de un tiro en la cabeza, hecho que menciona varias veces, pero resulta que Federico Vegas, sobrino de este último, escribió un libro basado en las memorias de su tío, y esas memorias llegan hasta épocas muy posteriores al capítulo del Falke. Francisco Angarita, al que mi papá le decía “Pancho”, también quedó vivo por lo mismo que no se bajó del barco.

Mi papá estaba en Cumaná el año del ataque del Falke, y era Secretario del gobernador del Estado Emilio Fernández, compañero revolucionario de mi abuelo en la toma de Caracas por Cipriano Castro. Fernández fue descrito por Ramón J. Velázquez como… “un hombre valiente y arriesgado”, al igual que Román Chalbaud, compañero de luchas de Fernández en la Revolución de Cipriano Castro, ahora enfrentados por circunstancias de la vida.

Estos dos amigos murieron en el mismo lugar y ese mismo día, en ese enfrentamiento provocado por la invasión.  Ese mismo día salvaron la vida otros dos amigos: Pancho Angarita y mi papá. Uno porque no fue a la refriega y se quedó en el barco y el otro porque no fue a trabajar pues se sentía mal.




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