La situación actual económica hace creer a muchos
venezolanos que el culpable es el gobierno actual. Y eso es ver no más allá de
una distancia muy corta. Lo malo es que esa percepción solo beneficia a los que
les gusta tener algún tipo de poder político, que se valen de ese status para
ganar indulgencias, pero lamentablemente escasean allí el mérito propio y los
planes y los proyectos. Incluso, la realidad económica puede hacer que el país
caiga en manos de gente disímil pescando en rio revuelto, pero que al lograrlo,
pasará como en la Torre de Babel: no se entenderán, y será porque surgirán los
intereses de cada uno y entonces las soluciones que interesan pasarán a un
segundo plano.
No es el gobierno ni mucho menos el culpable de nuestra
coyuntura actual. La realidad es otra, y mucho más amplia. El culpable surge en
el momento que fue descubierto el campo Mené Grande en 1914, fecha desde la
cual la riqueza petrolera se tornó en el eje de nuestra economía, y eso no ha
cambiado hasta nuestros días. Y es nuestra actitud frente a esa riqueza
petrolera lo que ha ocasionado la situación actual económica. Los gobiernos que
se sucedieron desde aquel evento de Mené Grande no atendieron la nueva realidad y se quedaron
tranquilos, como si el país siguiese siendo rural. No atendieron a la masa
humana que cada vez más numerosa se abalanzaba sobre las ciudades provenientes
del campo. Resulta que esa masa humana se instaló en los alrededores de las
urbes venezolanas hasta que quince años después Juan Vicente Gómez entendió que
algo estaba pasando e inventó el Banco Obrero para otorgar créditos y que esa
gente adquiriera casas dónde vivir en las ciudades. Pero la avalancha fue tan
grande que al poco tiempo ese Instituto tuvo que transformarse en un ente
constructor de viviendas.
Pero fue Pérez Jiménez quien le antepuso el pecho al
crecimiento vertiginoso de la construcción de ranchos y se dedicó a hacer
grandes edificios y numerosas casas en conjunto, iniciándose así en Venezuela una
lucha equivocada de otorgar comodidad a quienes llegaron a las ciudades, sin elevar
un poco más la mente para más bien regresarlos a sus tierras con incentivos
bien planificados.
Ese criterio de hacer viviendas, infelizmente equivocado,
era el latente en los quinquenios sucesivos a Pérez Jiménez pero para colmo de
males no fue lo suficientemente ejercido, permitiendo que la avalancha humana
se encargara ella misma de instalarse y de fabricarse sus casas y de esta
manera Caracas terminó siendo, a finales de la década de los noventa, una
ciudad donde el 85 % de sus áreas, una cifra patética, quedaron ocupadas por construcciones
espontáneas, o no planificadas.
En este estado de cosas llega el grupo actual al gobierno y
en primera instancia dedica un buen tiempo y un buen dinero a desarrollar
incentivos para el retorno al campo, otorgando créditos blandos, aportando
maquinaria agrícola, creando fundos, expropiando grandes latifundios y otra
serie de acciones sin lograr de manera significativa el magno objetivo. Es
cuando entonces, vista la patética realidad, se crea la Gran Misión Vivienda
Venezuela, la cual construye unidades habitacionales sin precedentes en toda la
historia del país, principalmente en sus zonas urbanas, en una búsqueda de dar
casa a quien no la tiene o la tiene precaria.
Este par de titánicos planes, encontrados y controversiales,
no lograron revertir la urgente realidad y Venezuela sigue siendo hoy en día un
país eminentemente urbano cuya población, en un 85% vive en las grandes
ciudades de la Cordillera de la Costa, un 10% en las otras ciudades y otras
zonas rurales ubicadas al norte del rio Orinoco y un cinco por ciento al sur
del rio Orinoco, territorio que constituye por cierto la mitad del territorio
nacional.
De esta manera podemos concluir que en base a los esquemas
actuales es imposible desarrollar al país, en el sentido de tornarlo
multiproductivo, un país donde las grandes mayorías todavía, a pesar de todos
los planes, no quieren salir de las grandes ciudades, lo cual le otorga a
Venezuela uno de los primeros lugares en el orbe como país urbano, siendo la
media mundial 50% urbana y 50% rural.
Lo peor es que esa vida urbana no es en condiciones idóneas,
pues la gran mayoría de las personas vive en zonas espontáneas, un desorden que
se ha tratado paliar a través de planes que buscan darle orden, lo cual es realmente
cuesta arriba, dado el inmenso volumen de obras improvisadas y de personas, una
realidad debida a los patéticos descuidos en el pasado y que lo que han traído,
entre otras cosas, es una delincuencia sin precedentes, dada la abrupta cantidad
de personas sin educación y sin oficio conocido que se han alojado allí, muchas
provenientes de latitudes foráneas al país. Tómese en cuenta que alrededor del
20% de la población venezolana está constituida por ciudadanos provenientes de
Colombia, algo sin precedentes, y que la inmensa mayoría de esas personas se ha
alojado en estas zonas no planificadas.
Se impone un cambio radical de paradigmas, en la búsqueda de
equilibrar la población de Venezuela, de depurarla y de elevarle su calidad de
vida. Además de urgentes planes de depuración humana, deben diseñarse proyectos
de despoblamiento y repoblamiento. Comenzar por impulsar seriamente el
poblamiento del Eje Norte Llanero a través de la oferta de empleo en esa zona,
una de las de mayor potencial de desarrollo a nivel mundial, poblamiento que va
cónsono con el Plan de la Patria. Por otra parte quitarle a Caracas la
responsabilidad de seguir siendo la Capital, una decisión que traería como
consecuencia la emigración de una gran cantidad de personas hacia el nuevo centro
de desarrollo, el cual podría ser Cabruta, que es el centro geográfico del país,
o Ciudad Bolívar o alguna otra región pero mirando siempre hacia la tierra
adentro, tal y como lo han hecho ya otros países, que es donde se encuentran
los mayores recursos naturales tales como los grandes ríos, léase Caroní,
Orinoco, y por ende el agua, además de las grandes riquezas minerales como el
oro, la bauxita, el hierro, el petróleo, etc.
Se impone dejar a nuestros descendientes un mejor país, y
eso pasa obligatoriamente por el repoblamiento.
José Durabio Moros
Ingeniero Civil
Caracas
Ingeniero Civil
Caracas