POR MÁS DE MIL RAZONES, LA VIDA
(Un terremoto y mil sonrisas)
En el reciente terremoto del 19 de septiembre que asoló a
Ciudad de México hubo varios edificios caídos, entre ellos uno en las
inmediaciones de Colonia Portales, con apenas un año de haber sido construido.
Debido a que era un edificio muy nuevo y sin embargo se derrumbó, la fiscalía
mexicana lo sometió inmediatamente a una exhaustiva investigación y determinó
que la construcción había sido efectuada con materiales de inferior calidad y
sus características constructivas no estaban apegadas al proyecto original, por
lo que un tribunal dictó auto de detención a los constructores. Esta fue una
razón que se observó frecuentemente en las inspecciones efectuadas a posteriori, situación
que se pudo haber evitado si hubiese habido la atención y los escrúpulos
necesarios tanto en los constructores como en los encargados de las inspecciones
durante las obras quienes ahora tendrán que someter a revisión a más de
seiscientos edificios que quedaron con daños importantes.
En Venezuela tenemos normas sismorresistentes desde el año 1967
las cuales se tornaron más estrictas en el año 2001 y cuya implementación es de
carácter obligatorio en todo tipo de edificación. Está de los funcionarios
controladores velar porque las mismas se cumplan por parte de los proyectistas
y de los constructores. Además, no hay razón en este país de tener deficiencias
en las obras de construcción puesto que acá se fabrican materiales de primera
calidad que para que salgan al mercado pasan primero por estándares que deben
cumplir. Por ello, las pocas deficiencias que se han encontrado no se refieren
generalmente a falta de calidad, sino más bien al uso del material en
cantidades insuficientes, de allí la importancia de la labor de la ingeniería
de supervisión de proyectos y la ingeniería de inspección técnica, dos figuras
que no deben faltar bajo ningún concepto en toda construcción de obras.
Este país ha gozado siempre de excelentes empresas de
construcción a través de su historia moderna y contemporánea, producto de la
buena praxis que nos fue transmitida por la inmigración europea de los años ’50
y que nosotros hemos sabido mantener y mejorar, por lo que son muy contados los
casos de derrumbes de edificaciones tanto durante la construcción como una vez
ejecutadas, agregándole la calidad de los proyectos. En otros países de nuestra
América he tenido la oportunidad de participar en inspecciones posteriores a
estos colapsos y he constatado la presencia de mala praxis, más que otras causas,
una situación que se observa muy poco acá en nuestro País.
El ingeniero venezolano tiene mística y ética, valores
comprobados a través de los resultados de su ejercicio con la existencia estable
de edificaciones a través del tiempo en todas nuestras ciudades, sometidas a
sismos importantes como el de Caracas, que duró 35 segundos y solo causó seis
lamentables colapsos de edificios, a pesar de una incipiente normativa antisísmica.
Muy poco se ha visto en nuestro País, pero sería verdaderamente
una temeridad que algún ingeniero con responsabilidades de constructor o de supervisión
de proyectos durante la obra o de inspección de obras se descuidara o se prestara
para alguna componenda para permitir el uso de materiales reñidos con el
proyecto o inadecuados, o rebajar las dosis estipuladas, o dejar de hacer
actividades necesarias. No es difícil detectar
alguno de estos vicios luego de un derrumbe, pero lo importante no es eso pues
ya el mal estaría hecho. Lo importante es evitar la pérdida de vidas humanas lo
cual se pudo haber hecho fácilmente en la mayoría de los treinta y cinco edificios
derrumbados en Ciudad de México en este último sismo, simplemente con el
cumplimiento de las normas existentes.