jueves, 16 de noviembre de 2017

En un vuelo, la vida



En un vuelo, la vida
Cuando otros nos callan para siempre

Soy un gran aficionado de la aviación comercial, no porque tenga un avión ni nada parecido, sino porque me fascina ese mundo y tengo la tendencia a adentrarme en él cada vez más, sobre todo en las nuevas tecnologías y en los cambios de paradigmas. Una de las cosas que más me ha sorprendido es que ya el timón de mando ha sido sustituido por un joistick, en muchos modelos de aviones, y de aviones muy grandes, como el Airbus A380, uno de los diez más largos del mundo.

He tenido la fortuna de volar en un A320, de igual tecnología que el A380 pero de menor longitud y envergadura, claro está. El A320 es un avión que es objeto de mi gran admiración y estudio, y durante los vuelos en los que he tenido la suerte de estar en él he podido corroborar que es imposible que esa “joya” se caiga, al menos por causas eléctricas, electrónicas o mecánicas, dadas la calidad de su fabricación y sus rutinas de mantenimiento.

He hecho un recorrido de accidentes de aviación comercial sucedidos a lo largo del tiempo y he podido constatar que la gran mayoría, yo diría que casi todos, han sucedido debido a errores humanos, y una de las cosas que se observa a raíz de estos accidentes es que los fabricantes, las compañías de seguros y las compañías aéreas toman decisiones que tienden a eliminar esas causas que produjeron esos accidentes, por lo que podemos afirmar sin duda que cada vez será menor la presencia de eventos de este tipo en al aire, primero por estas decisiones y segundo por los avances importantes en tecnología y precisión que hacen cada vez más difícil el suceso de eventos lamentables.

Es poco lo que podemos hacer los usuarios para tomar alguna medida que nos ayude a mejorar nuestro coeficiente de seguridad al montarnos en un avión. Siempre estaremos sometidos al avión y a sus enjundias, y a sus pilotos. El único cuidado que podemos poner es observar la edad del avión donde vamos a viajar y denunciar cualquier anomalía de tipo mecánico o eléctrico que podamos observar antes de despegar, porque cualquier anomalía en su apariencia, en su comportamiento e inclusive en el comportamiento de los pilotos puede revestir la mayor importancia, tal y como denuncié yo en una oportunidad cuando noté que en la prueba de los alerones antes de despegar uno de ellos subía el doble de lo que subía el otro, y esto ameritó mi enérgica observación a la tripulación y que por ende regresaran el vuelo.

Por esto y hasta por mucho menos he conocido de accidentes fatales, como el que le sucedió a la joven artista y empresaria Jenni Rivera en diciembre de 2012 en México, donde perdió la vida. Cómo es posible que se le haya permitido volar a un capitán de 78 años y con un copiloto que apenas llegaba a los 20 años de edad. Eso es un mal indicio protestable al apenas observarlo. Adicionalmente ese avión tenía 43 años de antigüedad. Hay que pensarlo bien para montarse en un avión de esa edad, que ya había inclusive tenido un aterrizaje de emergencia. El avión despegó perfectamente y estando en su altura de vuelo le falló el estabilizador horizontal  y comenzó a descender él solo. Los pilotos lograron controlarlo durante varios minutos hasta que de repente no obedeció a los mandos y comenzó a bajar en picada de manera incontrolada y se estrelló contra la tierra.

Cuando terminaron las investigaciones de las causas del accidente, descubrieron falsificación en los registros de mantenimiento, algo fatal para un avión tan viejo, así como que borraban los alertas de la tripulación por fallas detectadas, todo por evitarse gastarle dinero, una locura. Se determinó que el estabilizador falló debido a la fatiga de un tornillo que ya había cumplido su tiempo de vida útil y que tenía que haber sido reemplazado. Cuando el piloto maniobró con firmeza los controles, el tornillo colapsó y el avión se fue en picada. Además se descubrió que el capitán debido a su edad no estaba autorizado para volar aviones con pasajeros y tampoco para realizar vuelos nocturnos.

Acá hubo aspectos que un pasajero pudo tranquilamente haber indagado y luego haber protestado, como el de la edad del avión y la edad del piloto, ambos susceptibles de sospecha y que son de por sí violatorios, pues para la fecha del accidente era normativo que un avión no podía seguir volando después de haber cumplido los treinta años de edad. Por supuesto que no es posible saber la edad de un avión solamente viéndolo, pero ante la duda, hay que preguntar porque esa información está allí. Y además preguntarle al Capitán cuántos años tiene él. Hay que tener siempre presente que se trata de nuestra vida y que no podemos ponerla en riesgo y mucho menos debido a la negligencia ajena, siempre factible de estar presente.

Qué manera de terminar la profesión un piloto tan veterano y qué manera de comenzarla de ese jovencito que iba de copiloto. Qué manera de morir la de los pasajeros, sin ninguna culpa. Y la pobre Jenni Rivera, totalmente ignorante de todo, y todos llamados a perder la vida en ese vuelo, a expensas de una conjunción de la ligereza, de la negligencia, de la irresponsabilidad y de la avaricia de terceros.