El espíritu de María del Valle
Como siempre, ella buscando la felicidad de uno.
Como siempre, ella buscando la felicidad de uno.
Hoy, día de su cumpleaños, fui a visitar a mi mamá al lugar
donde un pequeño grupo de su pequeña familia la acompañamos hace unos años para
que iniciara su viaje hacia la eternidad. Como siempre, uno le lleva su ramo de
flores, le limpia la tumba y se sienta allí a conversar con ella, igual como
hacía ella con mi papá allá en su lápida, que la acompañé tantas veces. Se
trata de la conversación necesaria que siempre me hace salir optimista de allí.
Al rato de estar juntos nos despedimos con nuestro abrazo de siempre, y sus
bendiciones. Ella para su lugar con sus padres y sus hermanos, y yo para mi
trajín diario, pero con su luz reseteada, refrescada, repotenciada.
Por impulso y sin planificarlo, me dirigí a un lugar donde
desarrollo algunas actividades claves de mi vida profesional, con pendientes y
situaciones por darse las cuales significan progreso para uno y que soliviantan
a los de uno. En este lugar se cuece una situación en particular que de darse
es para uno algo así como la joya de la corona de mis pendientes profesionales contemporáneos,
por su gran significado; una situación la cual he manejado con constancia y
paciencia y a la que le he dedicado bastante este año que está por concluir y
que sin embargo casi que no guardaba esperanzas de que se me diera todavía.
Cual sería mi sorpresa que apenas llegué al sitio en ciernes
fui recibido con gran receptividad y tras de eso me dieron el tan aguardado anuncio,
que confieso no me lo esperaba ni tan rápido ni tan bueno, pues no solo me
afianza sino que me amplia el panorama.
Pero lo que más me alegra es que este tema acababa de ser
objeto de mi conversación con ella, en esta visita de hoy; y por alguna razón inexplicable,
al salir de allí me sentí entusiasmado para acudir al lugar referido apenas
terminamos de hablar. Y hoy, día de su cumpleaños, soy yo el que recibo este regalo
de su parte, inmensa satisfacción, regalo que significa además alegría para los
de uno, para los que creen en uno y esperan de uno. Es decir, como para cerrar
con broche de oro un año farragoso.
No puede catalogarse de milagro, pero sí creo que se trata
de la fuerza de su espíritu, una fuerza que desde que ella se fue me ayuda cada
día más a irme soltando de su falda y a creer más en mí. Si no fuera por ese
concurso de su espíritu, al que estoy aferrado, eso de irme soltando de su
falda ni siquiera hubiera empezado todavía.