Sutherland y la renuncia de Churchill como primer ministro
(Especial para CincoNoticias.com)
A los sesenta años de haber sido nombrado Father of the House,
es decir, el miembro del parlamento con el servicio continuo más prolongado. En esa oporunidad el mismo
parlamento le regaló el retrato de Sutherland.
Winston Churchill indudablemente que calza las botas para ser un
personaje no solamente de su época sino de todas las épocas. No en balde
recibió tantos honores en su vida, sobre todo en su segundo mandato como primer
ministro, cargo que ocupó teniendo ya 76 años, y sin embargo el rey Jorge VI
tuvo la valentía de aceptar su nombramiento para un nuevo periodo que
resultaría menos belicoso que el primero, donde tuvo a su cargo nada menos que moderar
la actuación de Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial, y de paso haber
salido victorioso. Para este su segundo periodo, iniciado seis años después de
finalizada la guerra, solo debió atender la disputa con Irán, la rebelión de
Mau Mau y la emergencia de Malasia, tres albricias comparadas con su
participación en la magna guerra.
Su segunda participación como conductor del gobierno británico se
debe mucho a la paciencia de la reina Isabel II en eso de dejarlo actuar en ese
rango y a esa edad, cuando la gente merma por naturaleza en sus capacidades
para discernir y se torna en ocasiones caprichoso.
Churchill desde el primer momento consideró a la reina Isabel II muy
joven para comenzar a ejercer la responsabilidad de reina y empezó a darle
consejos para su desempeño como si fuera un padre, sobre todo a partir del
momento que murió Jorge VI, quien era el padre de Isabel II y con quien
Churchill se entendía muy bien. Este fue un largo periodo hasta que un buen día
la reina lo descubrió en una mentira y se lo reclamó. Desde allí en adelante
Winston Churchill comenzó a reconocer que Isabel II estaba perfectamente
preparada para ser reina de Inglaterra.
Cuando cumplió
ochenta años los miembros del Parlamento decidieron hacerle un regalo el cual
se trataba de un gran retrato de su persona hecho por algún famoso pintor.
Churchill posó para la ejecución de este retrato durante largos meses siempre
acompañado de una sombra de aburrimiento mientras estaba sentado. Incluso en
ocasiones se quedaba dormido.
Una vez concluido
el retrato, Churchill no lo llegó a mirar sino hasta el día del homenaje en el
Parlamento donde se le notó su asombro y sorpresa al ver cómo había quedado. A
los días de aquella ceremonia del homenaje, Churchill le reclamó al pintor el
resultado de sus tantas sesiones posando, y le reprobó la imagen resultante
pues la consideraba no representativa por verse avejentado y cansado más no
enérgico y dispuesto. El pintor Sutherland le hizo unas reflexiones sobre su
objetivo al pintar retratos, que no era solamente captar la figura si no
también la imagen que arroja la persona, y que en su caso no lo había hecho
diferente.
Las reflexiones de
Sutherland fueron acicate para la renuncia de Winston Churchill a su cargo de primer
ministro ante la reina Isabel II.
Fuentes:
Jenkins, R. (2002). Churchill
(Ed. rev.). Barcelona, España: Península.