Ahora que
Venezuela tiene que dejar de ser dependiente del petróleo, y que, por lo tanto,
se verá obligada a encontrar otras fuentes de producción que generen divisas,
no se puede dejar de pensar en la necesidad de repartir mejor a la gente, pues
un país cuyo 80% de su población vive en el 10% de su área verá serios
inconvenientes para diversificar su economía, con tamaña evidencia de abandono
de cualquier otra área que no sean las ciudades del eje norte costero, salvo
escasas excepciones.
No se puede entender que se haya
dejado pasar el tiempo, y que en los últimos cincuenta años de vida paisana no haya
habido conciencia de que el boom petrolero estaba provocando una inusitada
inmigración a las ciudades más cómodas, una inmigración tanto de venezolanos
como de extranjeros, a tal punto de que después de esos cincuenta años esas
ciudades se transformaron en lugares tormentosos debido a la superpoblación, a
la insalubridad y a la delincuencia, las dos últimas provenientes de ese cordón
de asentamientos humanos no planificados que creció en las periferias, sobre
todo en Caracas, una ciudad rodeada de zonas espontáneas.
Caracas ya no soporta una vida
comunitaria idónea; una ciudad que se desarrolla en una longitud de 30 kmts aproximadamente
y en una amplitud de apenas seis kmts como promedio no puede soportar una
población de casi ocho millones de personas, la gran mayoría en barriadas. No
es conveniente que sigamos pensando en consolidar esas barriadas, tales como la
José Félix Ribas, la más grande del mundo, haciendo ese esfuerzo tan costoso
para consolidar lo inconsolidable. Más vale actuar con un pensamiento más holístico
como el de ir evacuando esa masa de gente hacia otras áreas del país con el
atractivo de un desarrollo integral humano para ellos a través de la educación,
la vivienda y el trabajo.
Desde 1960 para acá se viene
alertando sobre esa necesidad de evacuar Caracas e ir poblando espacios en la
zona noroeste del Estado Bolívar y en la zona suroeste del estado Guárico que
son enclaves perfectos para desarrollar nuevas ciudades, según estos estudiosos
especialistas, que si se les hubiera hecho caso ya hubiese al menos cincuenta
años en esa labor emigratoria; pero ha pasado el tiempo y no se ha trabajado
más allá de los planteamientos.
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