En un vuelo, la
vida
Cuando otros nos callan para siempre
Soy un gran aficionado de la aviación comercial, no porque
tenga un avión ni nada parecido, sino porque me fascina ese mundo y tengo la
tendencia a adentrarme en él cada vez más, sobre todo en las nuevas tecnologías
y en los cambios de paradigmas. Una de las cosas que más me ha sorprendido es
que ya el timón de mando ha sido sustituido por un joistick, en muchos modelos
de aviones, y de aviones muy grandes, como el Airbus A380, uno de los diez más
largos del mundo.
He tenido la fortuna de volar en un A320, de igual
tecnología que el A380 pero de menor longitud y envergadura, claro está. El
A320 es un avión que es objeto de mi gran admiración y estudio, y durante los
vuelos en los que he tenido la suerte de estar en él he podido corroborar que
es imposible que esa “joya” se caiga, al menos por causas eléctricas,
electrónicas o mecánicas, dadas la calidad de su fabricación y sus rutinas de
mantenimiento.
He hecho un recorrido
de accidentes de aviación comercial sucedidos a lo largo del tiempo y he podido
constatar que la gran mayoría, yo diría que casi todos, han sucedido debido a
errores humanos, y una de las cosas que se observa a raíz de estos accidentes
es que los fabricantes, las compañías de seguros y las compañías aéreas toman
decisiones que tienden a eliminar esas causas que produjeron esos accidentes,
por lo que podemos afirmar sin duda que cada vez será menor la presencia de
eventos de este tipo en al aire, primero por estas decisiones y segundo por los
avances importantes en tecnología y precisión que hacen cada vez más difícil el
suceso de eventos lamentables.
Es poco lo que podemos hacer los usuarios para tomar alguna
medida que nos ayude a mejorar nuestro coeficiente de seguridad al montarnos en
un avión. Siempre estaremos sometidos al avión y a sus enjundias, y a sus
pilotos. El único cuidado que podemos poner es observar la edad del avión donde
vamos a viajar y denunciar cualquier anomalía de tipo mecánico o eléctrico que podamos
observar antes de despegar, porque cualquier anomalía en su apariencia, en su
comportamiento e inclusive en el comportamiento de los pilotos puede revestir
la mayor importancia, tal y como denuncié yo en una oportunidad cuando noté que
en la prueba de los alerones antes de despegar uno de ellos subía el doble de
lo que subía el otro, y esto ameritó mi enérgica observación a la tripulación y
que por ende regresaran el vuelo.
Por esto y hasta por mucho menos he conocido de accidentes
fatales, como el que le sucedió a la joven artista y empresaria Jenni Rivera en
diciembre de 2012 en México, donde perdió la vida. Cómo es posible que se le haya
permitido volar a un capitán de 78 años y con un copiloto que apenas llegaba a
los 20 años de edad. Eso es un mal indicio protestable al apenas observarlo.
Adicionalmente ese avión tenía 43 años de antigüedad. Hay que pensarlo bien
para montarse en un avión de esa edad, que ya había inclusive tenido un
aterrizaje de emergencia. El avión despegó perfectamente y estando en su altura
de vuelo le falló el estabilizador horizontal y comenzó a descender él solo. Los pilotos lograron
controlarlo durante varios minutos hasta que de repente no obedeció a los
mandos y comenzó a bajar en picada de manera incontrolada y se estrelló contra
la tierra.
Cuando terminaron las investigaciones de las causas del
accidente, descubrieron falsificación en los registros de mantenimiento, algo
fatal para un avión tan viejo, así como que borraban los alertas de la
tripulación por fallas detectadas, todo por evitarse gastarle dinero, una
locura. Se determinó que el estabilizador falló debido a la fatiga de un
tornillo que ya había cumplido su tiempo de vida útil y que tenía que haber
sido reemplazado. Cuando el piloto maniobró con firmeza los controles, el
tornillo colapsó y el avión se fue en picada. Además se descubrió que el capitán
debido a su edad no estaba autorizado para volar aviones con pasajeros y tampoco
para realizar vuelos nocturnos.
Acá hubo aspectos que un pasajero pudo tranquilamente haber indagado
y luego haber protestado, como el de la edad del avión y la edad del piloto,
ambos susceptibles de sospecha y que son de por sí violatorios, pues para la
fecha del accidente era normativo que un avión no podía seguir volando después
de haber cumplido los treinta años de edad. Por supuesto que no es posible
saber la edad de un avión solamente viéndolo, pero ante la duda, hay que preguntar
porque esa información está allí. Y además preguntarle al Capitán cuántos años
tiene él. Hay que tener siempre presente que se trata de nuestra vida y que no
podemos ponerla en riesgo y mucho menos debido a la negligencia ajena, siempre
factible de estar presente.
Qué manera de terminar la profesión un piloto tan veterano y
qué manera de comenzarla de ese jovencito que iba de copiloto. Qué manera de
morir la de los pasajeros, sin ninguna culpa. Y la pobre Jenni Rivera,
totalmente ignorante de todo, y todos llamados a perder la vida en ese vuelo, a
expensas de una conjunción de la ligereza, de la negligencia, de la irresponsabilidad y de la
avaricia de terceros.