martes, 28 de diciembre de 2021
Cinco días después de la Noche de Paz
sábado, 25 de diciembre de 2021
El Niño Jesús y la música
EL NIÑO JESÚS Y LA MUSICA“...parece que fue ayer, el Rey Melchor se lo hizo bien conmigo, y me trajo una guitarra...” Joaquín Sabina.
martes, 23 de noviembre de 2021
La Duquesa de Alba, Duquesa por derecho (y II)
La Duquesa de Alba, Duquesa por derecho (y II).
José Durabio Moros
martes, 19 de octubre de 2021
La Quinta Las Mercedes (y II)
La Quinta Las Mercedes (y II)
"Un frondoso árbol de mango piña es lo que engalana la vista".
Johanna Osorio Herrera
(Especial para Últimas Noticias)
martes, 31 de agosto de 2021
Dolor y lluvia
Dolor y lluvia
Los buenos momentos se convierten en buenos recuerdos; los malos momentos, en buenas lecciones. –
Un familiar muy querido tenía un dolor que ya no podía
soportar, y no sabía cómo quitárselo. Entonces vi en una red social a
personas pidiendo a Dios que se lo quitara, en una especie de velada virtual,
pero no vi nada materializado para ayudarla a quitárselo. Tal información me
llegó en plena lluvia intensa, hace poco, en la mañana.
Dolor y lluvia me llevaron a La Guaira, hacia donde ya
estaba más o menos enrumbado con mi mente, pues llovía y llovía desde que me había
levantado, muy temprano ese día, y ya estaba cayendo la tarde, y no cesaba de
llover en La Guaira, una lluvia densa y constante.
Por ahí cerca está Macuto, pensaba, y en toda esa zona
ocurrió la denominada vaguada hace ya varios años, y a Macuto se deslizó el
piedemonte del cerro el Ávila, sus capas superiores, y recorrieron la extensa
explanada previa a la playa, llevándose por delante todo lo construido desde
que sucedió aquella primera vaguada en los años ‘50.
Entre esas casas estaba la de mi hermana, una bella
construcción de dos plantas, límpida, acogedora, que quedó solo para ser
observada por quién sabe qué seres que pudieran haber estado entre las arenas que
bajaron de la montaña, porque los que estaban en esa casa en ese momento y en todas
las demás, tuvieron que salir corriendo para subirse a los techos, y de allí caminar
desesperadamente por sobre las otras casas, aguas abajo, hasta que, luego de la
penosa trayectoria, lograr ponerse a salvo en las terrazas de la iglesia del
pueblo.
Todo sucedió muy rápido, y en ese pequeño lapso, se les
movió la basa, les cambió la vida. Mi hermana salió de allí al poco tiempo para
irse a vivir donde uno de sus hijos, a otra ciudad, lejana, tanto, que más
nunca pudo volver a Macuto ni de visita. Allí quedaron tapiadas, además, todas
sus enjundias, en sus closets, en sus gavetas.
A los pocos años murió. Y la casa de Macuto también desapareció
bajo la tierra para siempre, y allí debe estar. No fueron personas ni
enfermedades. Fue la lluvia la que ocasionó el inesperado cambio de rumbo, y quién
sabe si ese cambio la acercó a la meta, y quién sabe si tenía que ser así, o
eso fue un accidente.
La verdad es que no sabemos dónde ni cuándo vamos a llegar a
la meta. Solo sabemos dónde estamos, pues la vida solo da para eso. Ya no es la
vida que fue, ni la que será. Es la que es hoy, y no solo eso; es solo el
momento que estamos viviendo hoy, por lo que debemos vivirlo intensamente, no
bebiendo a cántaros, comiendo a rabiar, teniendo sexo exacerbado o robando para
disfrutar. Vivirla intensamente es ser honestos cada minuto en todo. Allí están
las lecciones de nuestro pasado para convencernos. De nuestro pasado solo
debemos tomar los buenos recuerdos y las lecciones, porque nuestro pasado fue
un aprendizaje. Nos daremos cuenta que de él solo nos sirve lo que aprendimos.
No hay nada como aprender todos los días.
Y del futuro no sabemos nada. No debemos esperar nada de él,
porque el futuro es una utopía, un acertijo, un bombo de lotería. Nunca
estaremos lo suficientemente preparados para enfrentarlo, pero mientras mejor
apertrechados nos encuentre, mejor congeniará con nosotros. Es ineludible que
debemos prepararnos para el futuro, y ayudar a los demás a prepararse, pero no
solamente a nuestros hijos, a nuestra familia, sino a todo el que tengamos
cerca, escalonando por los motivos por los que los tenemos cerca.
Ocupémonos entonces, en nuestra vida, en nuestro hoy, en
nuestro momento, de vivir intensamente. De armar, de crear, de inventar, pero para
enseñar, colaborar, y ser útiles. Y así, en esa intensidad, cultivaremos cada
vez más nuestro espíritu, y, sin querer, seremos felices, algo que es meramente
espiritual, un estado interior que llegará automáticamente gracias a ese modelo
de vida, un estado que, para que suceda, solo necesitamos vivir intensamente.
En la vida, el dolor y los cambios de rumbo son momentos muy probables, que deben encontrarnos preparados, lo cual es muy fácil si vivimos intensamente. Después de resentirme por lo que le pasó a mi hermana con su casa en aquella inolvidable vaguada, celebro que haya sido una mujer de vida intensa, alegre, optimista, emprendedora y con una sonrisa todo el tiempo. Ella forma parte de mis recuerdos, porque, del pasado, solo las lecciones y los buenos recuerdos.
martes, 13 de julio de 2021
DEMMER
DEMMER
“Lo que uno ama en la infancia, se queda en el corazón para siempre”. Rousseau
Por allá por los inicios de los años veinte llegó a
Venezuela en solitario, un inmigrante alemán, solamente con una maleta, su profesión
de médico y unos cuantos papiermarks, la moneda alemana de aquellos
tiempos, en el bolsillo. De La Guaira subió a Caracas y se instaló en una
pensión.
Comenzó a salir para ir conociendo a la ciudad capital del
país que había seleccionado para huirle a las secuelas que había dejado la
primera guerra mundial en Alemania, tanto sociales como económicas, donde
sucedían atentados frecuentes contra judíos y comenzaba una hiperinflación
inédita.
Con el tiempo se fue alejando de los alrededores de la
pensión. Ya dominaba mucho mejor el español, y en un momento dado conoció a una
joven venezolana, hija de un señor de apellido Granados, coleccionista de peces, una vocación que lo llevó a fundar un acuario que se llamaría "Agustín Codazzi" y que años después sería donado a la Universidad Central de Venezuela y que estaba ubicado en los alrededores de la gran ciudad. Al poco tiempo se casó con
ella y se fueron de Caracas.
Por alguna razón fueron a
dar a Montalbán, una apartada población de los altos de Carabobo. Allí
comenzaron a buscar alojamiento hasta que supieron que había una señora llamada
Carmen Tortolero de Núñez, quien tenía una casa grande y que podría ofrecerles
hospedaje. La localizaron, conversaron con ella y lograron que Doña Carmen les
cediera un cuarto.
Julio Demmer, que era como se llamaba este inmigrante
alemán, era un hombre de suaves modales, muy blanco, de ojos azules y tez
rosada. Comenzó a darse a conocer en el pueblo como médico, ofreciendo sus
servicios a domicilio, ya que no tenía consultorio. Entre sus ofrecimientos estaba
el de médico tratante de mujeres embarazadas y el de partero, para atenderlas
en sus casas en el momento que fueran a dar a luz.
Doña Carmen era la mamá de mi abuela Natividad, quien tenía
27 años para el momento. Ya estaba casada y tenía siete hijos en su haber,
todos traídos al mundo por Hortensia Madroño o por Juliana Mendoza, las dos
comadronas del pueblo. Para la fecha de estar ya asentado el Dr. Demmer, mi
abuela estaba nuevamente embarazada.
Mi bisabuela habló con él para que le atendiera el parto, y
es así como el 29 de diciembre de ese año, en una casa de la calle Carabobo de
Montalbán, nació mi mamá, el primer hijo de mi abuela no atendido por una comadrona;
esta vez fue por las cálidas manos de Julio Demmer, médico partero.
A partir de esa experiencia, los tocayos Julio Demmer y mi
abuelo Julio Manzo hicieron una estrecha amistad, abultada de admiración y
cariño mutuo.
La debacle en los precios del café debido a la Primera
Guerra Mundial hizo que mi abuelo abandonara la agricultura y se fuera de
Montalbán. Emigró para Valencia con toda la familia y luego para Caracas, entusiasmado
con un buen cargo que le asignaron en la Gobernación. Demmer continuó en el
pueblo, pero al poco tiempo le siguió los pasos. Se mudó también para Caracas y
se convirtió en el médico de la familia y hasta de la mascota de mi abuela, que
se llamaba Fiat, un perro pequeño, blanco con manchas negras, de pelo corto y
grandes orejas. Fiat lloraba de alegría cada vez que Demmer llegaba a la casa.
Mi abuelo murió años después, pero Demmer llegó a hacerse
tan familiar que no dejaba de visitar a mi abuela una o dos veces a la semana.
Y si mi abuela no le salía por alguna razón, se quedaba en el recibo solo,
jugando con Fiat, hasta que se le hacía de noche tarde, y se iba, cerrando la
puerta silenciosamente.
Así fue durante mucho tiempo, hasta que mi abuela también murió.
Demmer siguió yendo a la casa. Saludaba a mis tías y a mi mamá y se quedaba en
el recibo, ahora a estar con Fiat, hasta que llegó el momento en el que dejó de
ir. Desde allí en adelante Fiat se la pasaba en el recibo, montado arriba de una
de las poltronas, la que quedaba justo al frente de la puerta.
Lo último que supe de Demmer fue por una información que me
dio mi mamá, de que se hizo un viaje desde Caracas hasta el Campo de Carabobo a
pie, teniendo más de ochenta años, y el inédito acontecimiento salió en el
periódico. Esa noticia fue siendo yo muy niño, y hasta el Sol de hoy.
Pero tengo conciencia de Demmer desde los últimos años de mi
abuela en vida y un poco más, que pude verlo varias veces, la mayoría de ellas sentado
con Fiat, solitario en el recibo, ensimismado. Prefería estar así a tomar el periódico
o alguna de las revistas que allí estaban.
Este es el mes en el que sucedió la ida de La Tierra de mamá, y es el año de su centenario. Reflexionando sobre eso me acordé de Demmer, una persona con quien me encariñé sin saber lo que era eso. A tan corta edad tampoco sabía que había atendido a mi abuela cuando dio a luz a mi mamá, y fue muchos años después que me di cuenta que era alguien extremadamente agradecido.
Un día
entendió que tenía que desaparecer, pues se había acabado el cariño de mis abuelos junto con ellos, y tenía que desprenderse de todo lo que se
los recordara.
Fuentes:
Cuatro medallas y tres diplomas. 2009, J.D. Moros, Micompumedia
Composición fotográfica: Gustav Gerneth: https://www.lainformacion.com/mundo/ &
perro terrier: https://pixabay.com/es/photos/animales-perro-jack-russell-terrier-3331794/, con Pixabay License
sábado, 5 de junio de 2021
El nuevo basquetbol en Venezuela
Hay que ver lo importante que es para la juventud que la Superliga haya logrado levantar el basquetbol en Venezuela desde el año pasado, un comienzo lleno de dificultades, donde después de conformarse los grupos hubo la renuncia de tres equipos importantes, y como si fuera poco, la pandemia, que obligó a hacer el campeonato en un sistema denominado burbuja, que es de imaginar. Jugar sin fanáticos el basquetbol es muy distinto a tener la celebración de las canastas que provenga de las gradas, donde, además de los fanáticos, están los amigos y la familia.
Las sanciones que le hizo la FIBA a varios equipos de la LPB le hicieron mucho daño al basquetbol venezolano este año de 2019, asi como las desaveniencias internas en la LPB, una realidad mas que preocupante para buena parte del espectro juvenil, tanto masculino como femenino, situación hoy en día superada por la Superliga, idea de Hanthony Coello y un grupo de promotores deportivos y propietarios de equipos, una organización novedosa y con un futuro inmenso.
Da gusto ver a los jugadores de Trotamundos de Carabobo celebrar su triunfo, tras una dura serie final ante Guaiqueríes de Margarita, sobre todo verles su alegría porque el torneo se haya retomado, declaraciones a las que se unieron todos los jugadores, incluyendo a los del equipo de Guaiqueríes y estoy seguro que a los integrantes del resto de los equipos, que lo que les interesa es jugar, tener la oportunidad de competir, de medirse ante otros jugadores y equipos.
Mi primer equipo de basquetbol |