miércoles, 6 de marzo de 2024

Te recordaré bonito


Te recordaré bonito
"De vez en cuando la vida se nos brinda como un cielo, y nos regala un sueño tan escurridizo que hay que andarlo de puntillas para no romper el hechizo". Joan Manuel Serrat.-

          Esta es la singular historia de un tan intenso como breve amor que tuvo un paisano criollo, de manera fortuita, con una hermosa portuguesa que se la atravesó el destino sin él proponérselo y que le debe haber significado una de sus mayores desesperanzas.

         El paisano, con quien comparto en un grupo donde frecuentamos escritos y lecturas sobre la Caracas de antaño, describió allí su genuino capítulo, el cual le pedí me permitiera publicar, a lo cual accedió amablemente.

          Es de la siguiente manera que mi apreciado paisano describe tan emocionante pequeño tramo de su vida:

        Leyendo recientemente una hermosa historia de un amor correspondido, me recordé de la época en la cual viví en La Candelaria, específicamente en Parque Caracas. 

        En una ocasión la Estación de Bellas Artes se encontraba cerrada -allí me bajaba siempre y era mi mejor transporte ya que trabajaba en la Torres de El Silencio- y obligatoriamente me bajé una parada antes, es decir, en la estación Parque Carabobo. Resolví comprar pan en una panadería, la cual no identificaré, cerca de la esquina de Miguelacho. Cuando voy a cancelar en la caja, vi a una mujer joven que parecía un ángel caído atendiendo a los clientes: me enamoré de inmediato. Mientras me atendía le dice a su papá, dueño de la panadería, que iba a llevarle unas facturas a su hermano en el otro negocio. Al salir ella, la seguí hasta la esquina, donde me quedé parado un rato para ver a dónde se dirigía. Para mí sorpresa, entró en un abasto. Yo también entré y caminé sin mirar a los lados, directamente hacia la parte de la charcutería. Allí estaba ella entregando los papeles a su hermano. Todos en esa época andábamos alrededor de los 35 años. Más nunca me bajé en Bellas Artes. Todas las tardes compraba el pan en la panadería del ángel caído y el jamón y el queso en el abasto de su hermano. 

        Una tarde, como mes y medio después, saliendo del Ministerio en la esquina de Capitolio, vi una caja de chocolates Ferrero Rocher (creo que es el nombre), y pedí que me dieran una bolsa de papel normal. Me acerqué al abasto del ángel caído y cuando fui a pagar el pan, se la di diciéndole que se la mandaba su hermano. No tenía celular en esa época por lo carísimo que eran. Solo lo tenían los jerarcas del gobierno, pero le escribí en la bolsa el número del teléfono de mi casa. Por supuesto, esa noche no me llamó. 

        Esperé tres días sin ir a comprar pan pero al tercero no resistí y fui primero al abasto del hermano con quien ya trataba como conocidos de vernos todos los días, ya como cliente habitual. Le noté algo raro, pero no me dijo nada. Al ir a la panadería cuál es mi sorpresa cuando ella me ve a través del vidrio y me dice que no entre porque su papá estaba muy molesto y me estaba esperando para matarme en el mismo negocio. Resulta que ella, por atender a los clientes, no abrió la bolsa con los chocolates: la abrió fue el papá pero ya había anotado mi teléfono en una mano y me dijo que tarde en la noche me llamaba. Me llamó y me contó que el padre, al ver los chocolates, pensó que ya teníamos una relación y le prohibió verme más ya que en Portugal tenía un primo con el que la familia ya la tenía comprometida y que pronto vendría a Venezuela. Quedamos en vernos al otro día en la mañana en la iglesia de La Candelaria. 

         En la iglesia de La Candelaria aproveché y le dije que desde el día que la vi me había enamorado de ella. Ella también me dijo que sentía algo y luego me tomó la mano y así estuvimos sentados como media hora en un banco de la iglesia. 

       Decidí al otro día ir a hablar con el papá y el hombre, al verme, agarró un garrote de abajo del mostrador y me dijo que me fuera a otra panadería. 

     Ella no me llamó más. A la semana, me armé de valor y me fui a hablar con el hermano. Le pregunté por ella y me contestó que el papá la había montado en un avión con destino Portugal y que no sabía adónde había llegado allá. 

        No la volví a ver nunca más.

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