viernes, 15 de septiembre de 2017

Salutis et virtutis


SALUTIS ET VIRTUTIS
Las virtudes más provechosas

Encontré en una reconocida Universidad venezolana un programa de perfeccionamiento en materia filosófica, el cual da formación en metodología y lógica a quienes nunca hemos estudiado formalmente esa magna disciplina. Me pareció excelente porque eso nos permite afrontar de manera útil para todos, todos los retos que se nos presenten (intelectuales, profesionales, personales, etc.) a través de la lógica y el método, y así atender de la mejor manera cualquier argumentación. 

A través de esas herramientas  aprendí que el egoísmo, la codicia, la avaricia, la soberbia, el falso orgullo y los oscuros intereses bombardean la paz, una cuestión que aplica desde las relaciones dentro de la familia y círculo de amistades, hasta las relaciones dentro de los países.

Como personas, como conjunto de personas, lo que más deseamos es salud y paz. Con salud todo se puede buscar. Con la paz todo sale bien.

Con la suerte de contar con la salud, la paz está a nuestro alcance. “Yo quiero vivir en paz”. “Déjenme vivir en paz”, son frases típicas de la gente cuando tienen la salud vigente. “Déjenme morir en paz” es la que aparece cuando la salud ha declinado. Y la paz vuelve a estar presente.

No es fácil la paz. Más fácil es la guerra, porque el hombre es débil a los vicios, que son más numerosos que las virtudes que debemos tener para enfrentarlos, pero que no son más fuertes que ellas.

Las guerras habidas en el mundo, desde Las Cruzadas, las conquistas de los grandes imperios, las conquistas inglesas y españolas en América, pasando por las dos guerras mundiales habidas y llegando hasta las guerras actuales en Yemen, en Siria, todas han obedecido y obedecen a la injusticia que generan el egoísmo, la codicia, la avaricia, la soberbia, el falso orgullo o los oscuros intereses. Los distanciamientos en las familias, desde los sucedidos en las casas reales inglesas y sus dinastías hasta los habidos en las familias de apellidos más rancios de nuestras sociedades actuales, todos han sucedido debido al egoísmo, la codicia, la avaricia, la soberbia, el falso orgullo o los oscuros intereses.

Si el hombre viviera buscando día a día su equilibrio, automáticamente velaría por la paz en su entorno, nada más apreciado. Y no se presentarían ni los pleitos domésticos ni los pleitos entre países.

Luchar por el equilibrio personal. Practicar la justicia, que así como el egoísmo es el padre de todos los males, la justicia es la madre de todas las virtudes[1].

Cuando el hombre logra comprender a la justicia, queda listo para conseguir las otras tres virtudes magnas que hacen al ciudadano perfecto, cuales son: la prudencia, la fortaleza y la templanza. La justicia y estas tres virtudes, denominadas las cuatro virtudes cardinales,  forman al ciudadano equilibrado, al ciudadano perfecto, y son cuatro inmensos “cañones” contra la guerra entre países, entre familias, entre personas.

 La templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la vida” (Sagrada Escritura, Sb, 8,7).

Salutis et virtutis!


[1] Virtud: propensión y facilidad para conocer y obrar el bien.

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