SALUTIS ET VIRTUTIS
Las virtudes más provechosas
Las virtudes más provechosas
Encontré en una reconocida Universidad venezolana un
programa de perfeccionamiento en materia filosófica, el cual da formación en
metodología y lógica a quienes nunca hemos estudiado formalmente esa magna
disciplina. Me pareció excelente porque eso nos permite afrontar de manera útil
para todos, todos los retos que se nos presenten (intelectuales, profesionales,
personales, etc.) a través de la lógica y el método, y así atender de la mejor
manera cualquier argumentación.
A través de esas herramientas aprendí que el egoísmo, la codicia, la
avaricia, la soberbia, el falso orgullo y los oscuros intereses bombardean la
paz, una cuestión que aplica desde las relaciones dentro de la familia y círculo
de amistades, hasta las relaciones dentro de los países.
Como personas, como conjunto de personas, lo que más
deseamos es salud y paz. Con salud todo se puede buscar. Con la paz todo sale bien.
Con la suerte de contar con la salud, la paz está a nuestro
alcance. “Yo quiero vivir en paz”. “Déjenme vivir en paz”, son frases típicas
de la gente cuando tienen la salud vigente. “Déjenme morir en paz” es la que
aparece cuando la salud ha declinado. Y la paz vuelve a estar presente.
No es fácil la paz. Más fácil es la guerra, porque el hombre
es débil a los vicios, que son más numerosos que las virtudes que debemos tener
para enfrentarlos, pero que no son más fuertes que ellas.
Las guerras habidas en el mundo, desde Las Cruzadas, las
conquistas de los grandes imperios, las conquistas inglesas y españolas en
América, pasando por las dos guerras mundiales habidas y llegando hasta las
guerras actuales en Yemen, en Siria, todas han obedecido y obedecen a la
injusticia que generan el egoísmo, la codicia, la avaricia, la soberbia, el
falso orgullo o los oscuros intereses. Los distanciamientos en las familias, desde
los sucedidos en las casas reales inglesas y sus dinastías hasta los habidos en
las familias de apellidos más rancios de nuestras sociedades actuales, todos han
sucedido debido al egoísmo, la codicia, la avaricia, la soberbia, el falso
orgullo o los oscuros intereses.
Si el hombre viviera buscando día a día su equilibrio, automáticamente
velaría por la paz en su entorno, nada más apreciado. Y no se presentarían ni
los pleitos domésticos ni los pleitos entre países.
Luchar por el equilibrio personal. Practicar la justicia, que así como el egoísmo es el padre de todos los
males, la justicia es la madre de todas las virtudes[1].
Cuando el hombre logra comprender a la justicia, queda listo
para conseguir las otras tres virtudes magnas que hacen al ciudadano perfecto,
cuales son: la prudencia, la fortaleza y la templanza. La justicia y estas tres
virtudes, denominadas las cuatro virtudes cardinales, forman al ciudadano equilibrado, al ciudadano
perfecto, y son cuatro inmensos “cañones” contra la guerra entre países, entre
familias, entre personas.
“La
templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más
provechosas para los hombres en la vida” (Sagrada Escritura, Sb, 8,7).
Salutis et virtutis!
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