lunes, 19 de febrero de 2018

El Esequibo más acá del horizonte







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El Esequibo más acá del horizonte
Y ahora: vamos a la Corte, pero ya volvemos.

La primera constitución de la llamada Cuarta República de Venezuela, hecha en 1830, establece que su territorio será el que antes se denominaba la Capitanía General de Venezuela, y allí ya estaba incluida la Guayana Esequiba. En 1834 el Reino Unido reconoce la independencia del nuevo Estado Venezuela mediante un Acuerdo que firman las partes en aquel país, lo que hace que el Reino Unido reconozca de manera automática nuestros linderos establecidos en esa Constitución hacía ya cuatro años. Incluso al año siguiente el Ministro del Reino Unido en Caracas solicita permiso al gobierno de Venezuela para colocar un faro en Punta Barima, localidad ubicada en pleno territorio esequibo, lo cual demuestra en forma fehaciente el reconocimiento de la soberanía venezolana sobre ese territorio. De allí en adelante lo cotidiano fue el reclamo permanente de Venezuela debido a que cada vez los británicos se adentraban más en este nuestro territorio, y para hacerlo cada cierto número de años marcaban nuevos linderos por su cuenta, tanto así que para 1886 ya llevaban cuatro corridas de lindero hacia el oeste, siendo la última este mismo año, una acción motivada en el fondo por el descubrimiento de grandes yacimientos de oro. El presidente de entonces, Antonio Guzmán Blanco, envió una enérgica protesta por estos continuos actos de fuerza, una protesta más de las ya practicadas por todos los gobiernos de Páez y los Monagas, protestas que nunca rindieron frutos prácticos pero que demuestran que Venezuela exige y reclama desde que los británicos cruzaron el Río Esequibo hacia el oeste, protestas que Inglaterra siempre aceptó pero manejó para que no trascendieran hasta que en 1899 quiso ponerle fin al “fastidio” de los venezolanos con la imposición del Laudo Arbitral de París.

Lo bueno del Acuerdo de Ginebra es que anuló ese Laudo y reconoció el reclamo de Venezuela, y lo malo es que la administración del territorio quedó en manos del otro lado. 

Ahora vamos invariablemente a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), pues el Acuerdo de Ginebra establece que si no hay conciliación entre las partes el caso quedará en manos del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y este acaba de tomar esa decisión; y aquí vemos que la discreción de Venezuela ante el magno caso solo sirvió para seguir con el estado agónico. El Protocolo de Puerto España lo que hizo fue “correr la arruga” por doce años y que el caso volviera a las manos del Secretario General de la ONU en una suerte de vuelta al ruedo sin aplausos. Por otro lado resulta bochornoso que la Secretaría General de las Naciones Unidas se haya tardado nada menos que 36 años para tomar la decisión. Pero resulta más bochornoso aun que Venezuela no haya ejercido en todo ese tiempo presiones políticas, administrativas y sociales de manera intensa y programada para presionar a Guyana a conversar y acordar, país que se valió de esa falta de atención para continuar avanzando en el poblamiento y explotación de los territorios reclamados.

No nos queda otra que sustanciar de la mejor manera nuestro reclamo, cosa que no es difícil dado que la historia está de nuestro lado, así como también nos ayudan la cantidad de documentos sobre el caso que dejan ver el ejercicio arbitrario del Reino Unido sobre esos territorios tomados a la fuerza, valiéndose de la debilidad en el momento del otro país y ya siendo territorios pertenecientes a ese otro país, algo perfectamente ya demostrado y demostrable fácilmente en ese juicio por venir. De hecho no hay documento alguno donde Venezuela ceda en todo o en parte esos territorios al Reino Unido. Además, hay innumerables cartas desde la época de Simón Bolívar protestando esa ocupación y otras acciones inherentes. 

Por eso decimos: sustanciar el reclamo no es difícil. Ojalá que se armen eficientes equipos jurídicos con buenos asesores para el caso, que los tenemos. Hay cierto respiro porque finalmente se cierra una larga e infructuosa etapa para nuestros intereses y se abre una nueva  en la cual se avanzará de una manera práctica.

En este momento solamente podemos decir que vamos a la Corte. Debemos esperar un poco más para decir, probablemente sonrientes, que venimos de la Corte.

domingo, 11 de febrero de 2018

Oscar Arias en la Cumbre de las Américas



Oscar Arias en la Cumbre de las Américas
"La vida debería ser mejor y más rica y llena para todas las personas, con una oportunidad para todo el mundo según su habilidad o su trabajo, independientemente de su clase social o las circunstancias en las que nace". James Truslow

Con todo el respeto que se merece el personaje, lo que no dice Oscar Arias en su discurso es que la Revolución Industrial en Europa fue realmente en Inglaterra, en la época de la reina Victoria, es decir, finales del siglo XIX, un acontecimiento eminentemente europeo que no pasó por Asía ni por América Latina simplemente porque no salió de Europa; pero vale decir que ya tenían en su cuenta desde el siglo XV a las tierras americanas, que las “descubrieron” y las adoptaron como fuente de riquezas desde la era de los imperios inca, maya y azteca, a los que saquearon y destruyeron sin miramientos solo por llevarles el oro y la plata, riqueza de las sociedades europeas de aquella época, sociedades que son antepasados de las revolucionarias industriales, un saqueo que luego siguió sucediendo hasta el Siglo XX con el ganado, la soya y el trigo barato provenientes de los países del sur de América y con el petróleo barato de Venezuela.

Arias habla de lo paupérrimo del ingreso anual per cápita de los hondureños, que no llega a 2 mil dólares como cosa alarmante, pero resulta que el de Venezuela hoy por hoy no llega a cien dólares, y eso sucede porque todos los países están sumidos en los esquemas capitalistas, digan lo que digan, sin entrar a analizar las virtudes y los defectos de dicho sistema, y en esos esquemas si no se tiene nada qué ofrecer, pronto serás echado a un lado, tal y como sucedió a la mayoría de los países africanos desde que los reinos europeos comenzaron a salir de ellos, y tal como le está comenzando a suceder a Venezuela en este momento donde solo nos queda petróleo “lomito” para tres años y por otra parte nos quedan nuestras riquezas no extraídas del subsuelo, tales como los minerales, el petróleo extrapesado y el gas, que no hemos sabido explotar pero que “el poderoso” las necesita, y por supuesto que quiere ponerles la mano al costo más barato posible, algo muy normal. De allí que comencemos a observar el lobby que están haciendo con la excusa de “la dictadura”, un adjetivo a todas luces discutible pero que es la misma medicina que le han aplicado a otros países como Cuba, Vietnam, Irak, Libia, lobby del que van a pasar si no se toman acciones contundentes contrarrestantes en el corto plazo.

Eso de que Fidel Castro prefirió seguir los pasos de la URSS en lugar de los de EEUU no es algo del todo compartible. Cuba acudió a la URSS dado el corte abrupto del soporte económico de EEUU, un país metido de lleno en la economía cubana en esa época y que de repente se vieron afuera. La población de Cuba no tenía la culpa de que sus gobernantes de turno se hayan decidido por un sistema de gobierno el cual a EEUU no le gustaba, y que entonces EEUU les haya cortado sin miramientos todo tipo de suministro de bienes esenciales en un uso violento de poder, poniéndolos a sufrir hambre y carestía durante décadas. En tal caso las sanciones debieron haber sido dirigidas a esos personajes de gobierno, pero no a una población entera de perros, gatos, otros animales, y de seres humanos.

El análisis de Arias es respetable, pero esencialmente capitalista, tal y como se desprende de sus consideraciones, siendo sus índices comparativos meramente macroeconómicos, donde exalta a los EEUU, sin pensar que el capitalismo trae grandes sumas de dinero pero a muy pocos individuos. En EEUU, por ejemplo, la suma de la riqueza económica de solo tres personas es superior a la suma de la riqueza económica del 50% de su población. Y esa epidemia se extiende a nivel mundial, donde impera la explotación del hombre por el hombre lo cual ha llevado a cifras sorprendentes en el tema de la distribución de la riqueza, cifras como que la suma del ingreso per cápita del 2% de la población mundial supera a la suma del ingreso per cápita del 50% de la población mundial, unos resultados que dejan como estela grandes masas de personas muy pobres, entre las que hay millones que no tienen ni para comer.

No es la idea merecer o desmerecer a algún otro sistema económico, pero algo anda mal en el capitalismo, el sistema imperante hoy en día a nivel mundial, pues no contribuye a una distribución justa de las riquezas de La Tierra, sino que cada año la desnivela más, según fuentes de la ONU y la OMS que dicen que volvimos a romper el “récord del hambre”, pues en 2016 hubo 770 millones, pero en 2017 hubo algo más de 800 millones de personas que pasaron hambre y casi 200 millones de niños que comieron mal.

De manera que hemos leído con mucha atención el excelente y aleccionador discurso de Arias, pero la realidad no tiene mucho que ver con el espejismo que nos muestra del “cliché ejemplar” del paisaje norteamericano que para mantenerlo requiere de 20 millones diarios de barriles de petróleo, una cifra descomunal que se le exprime a La Tierra todos los días y que la haría colapsar si no se toman medidas. Las consecuencias de ese mantenimiento son el hambre y la desnutrición, que se contraponen a ese brutal desbalance y que se traduce en el alto costo que pagan las mayorías para sostener al “american dream”, un desbalance que de manera contradictoria y con mucha frecuencia se toma como la mejor referencia para justificar el status de sus víctimas.

domingo, 4 de febrero de 2018

Entre metras, cachitos, y el camión de la Coca Cola.




Entre metras, cachitos, y el camión de la Coca Cola.
Urbanismo y Humanismo

“Así en niñeces tales de juegos y delicias pasábamos felices las horas y los días.”
Juan Meléndez Valdés.

Nuestro presidente era el General Marcos Pérez Jiménez, quien no paraba de hacer grandes obras que llamaban la atención por lo novedosas como por ejemplo el Hotel Humboldt y el Teleférico de Caracas.

Yo vivía en la Urbanización Coche de Caracas, el propio paraíso que nos tocó estrenar, con mi mamá y mis dos hermanos. Me encantaba salir con mis amiguitos. Íbamos a los cerros de los alrededores, colinas tupidas de verde, a casar lagartijas. Otras veces cruzábamos la calle para llegarle a un terreno que estaba al otro lado de la Avenida y allí jugar con las metras que guardábamos en medias viejas, donde destacaban las bolondronas, que eran unas metras mucho más grandes que no servían para jugar pero era un lujo tener una de ellas dentro de la media. También jugábamos a los trompos en ese mismo terreno, bajo el chirriar de las chicharras y bajo los altísimos jabillos que apenas dejaban colar el sol.

Cuando me quedaba en casa jugaba con mis hermanos en el inmenso patio de atrás. que a pesar de que eran casas modestas tenían esa particularidad. En la casa era el único lugar donde podía jugar con ellos pues mamá no los dejaba salir porque estaban muy pequeños. A mi hermana le encantaba jugar a la familia, y ella siempre era la mamá. No sé cómo se le arraigaría el concepto tan rápido, siendo tan niña. Realmente nadie le podía quitar ese puesto de mamá porque ella era la hembra de nosotros tres, y entonces nos ponía como sus hijos. A mí me molestaba ser siempre un hijo, y le decía que yo quería ser el papá, a lo que me sentía con derecho puesto que era el hermano mayor, y que mi hermano quedara como nuestro hijo pero ella se negaba siempre a la idea. No me atrevía a contradecirla y aceptaba dócilmente seguir siendo hijo, para no pelear y echar a perder el juego. Siempre me tocó ser hijo junto a mi hermano. Nuestra casa para ese juego era un cuartico de depósito que había hacia una esquina del patio, el cual mi hermana arreglaba como casa poniendo sillitas a la entrada, y a un estante libre que había adentro le ponía un paño grande y ese era el cuarto de dormir.

Algún tiempo después de mudados a esta casa, mamá le mandó a poner piso de cemento a la mitad del patio posterior, que era de tierra. Aquello quedó excelente y nos funcionó muy bien. Le habían puesto colorante rojo y era bien liso. Allí la tomamos por bañarnos en traje de baño con la manguera, y enjabonábamos el piso. Nos deslizábamos sentados de extremo a extremo. Era una novedosa diversión, muy bienvenida.

Un día a la semana el camión de la Coca-Cola se paraba en la calle para dejar gaveras de refrescos en las casas. Mamá de vez en cuando dejaba una, y nosotros lo que hacíamos era tomar Coca-Cola y más Coca-Cola. Las tapas de los refrescos eran chapas metálicas que tenían por debajo un corcho que hacía presión contra la botella. Las tapas traían bajo el corcho casi siempre un letrero con el nombre de uno de los personajes de Walt Disney. Que saliera un nombre era la gran emoción. Esperábamos ansiosos el otro pase del camión para llegarle todos alterados a cambiar la tapa por el muñequito, que era todo blanco, de plástico duro y de formas perfectas. Yo llegué a tener a Dumbo, a Pepegrillo, que era el que más me gustaba por lo pequeño y por lo perfecto de sus formas. A Mickey y Mimí, a Donald con sus tres sobrinos: Paco, Hugo y Luís; a La Cenicienta y a Peter Pan.

En el terreno del otro lado de la avenida principal de nuestro sector había jabillos grandes que botaban su fruto en gran cantidad. Explotaban y caían al piso y tras un breve sonido como de varias maracas a la vez dejaban una gran diversidad de formas a escoger. La forma del cachito, tal y como se le conocía a este fruto del jabillo, era la de un pez perfecto, y más específicamente, un pez espada, pues hacia el lado de uno de sus frentes le salía como un palito con una rebarba por debajo que se la quitábamos con una navaja para destacar la espada. Era de moda preparar los cachitos de diversas maneras, siempre para obtener la forma de un pez enérgico, como aquel que se ve cuando salta en el mar. Había una competencia subrepticia entre todos nosotros por obtener el más atractivo, y de verdad que había bellezas, dignas de un concurso. Yo nunca pude obtener la información completa sobre cómo lograban tal perfección en los cortes y sobre todo en el acabado. Algunos quedaban muy lisos y muy bien pulidos. Los quemaban en vetas y les incrustaban un brillantico de esos falsos para hacer el ojo. Yo me aplicaba y le dedicaba tiempo a preparar mis cachitos pero debo confesar que nunca logré obtener la perfección que le vi a tantas piezas, muchas de ellas utilizadas luego como llaveros. Era una verdadera expresión de arte, llevada a cabo por niños que estaban apenas abriendo los ojos, con el afán de lograr una pieza tan bella como la que más queríamos.

Fue una niñez amplia y de muchas variantes que me enrrumbó la vida. Nuestros amiguitos eran muchos. Nos divertíamos y nos entendíamos. Todos eran sonrientes y parlanchines. Nos visitaban y nosotros a ellos. Yo salía mucho con ellos, y cada salida era un aprendizaje. Todo lo que sabíamos lo aprendimos saliendo a caminar por las calles, a hacer excursiones al cerro y a jugar en el terreno del otro lado de la Avenida.