domingo, 11 de febrero de 2018

Oscar Arias en la Cumbre de las Américas



Oscar Arias en la Cumbre de las Américas
"La vida debería ser mejor y más rica y llena para todas las personas, con una oportunidad para todo el mundo según su habilidad o su trabajo, independientemente de su clase social o las circunstancias en las que nace". James Truslow

Con todo el respeto que se merece el personaje, lo que no dice Oscar Arias en su discurso es que la Revolución Industrial en Europa fue realmente en Inglaterra, en la época de la reina Victoria, es decir, finales del siglo XIX, un acontecimiento eminentemente europeo que no pasó por Asía ni por América Latina simplemente porque no salió de Europa; pero vale decir que ya tenían en su cuenta desde el siglo XV a las tierras americanas, que las “descubrieron” y las adoptaron como fuente de riquezas desde la era de los imperios inca, maya y azteca, a los que saquearon y destruyeron sin miramientos solo por llevarles el oro y la plata, riqueza de las sociedades europeas de aquella época, sociedades que son antepasados de las revolucionarias industriales, un saqueo que luego siguió sucediendo hasta el Siglo XX con el ganado, la soya y el trigo barato provenientes de los países del sur de América y con el petróleo barato de Venezuela.

Arias habla de lo paupérrimo del ingreso anual per cápita de los hondureños, que no llega a 2 mil dólares como cosa alarmante, pero resulta que el de Venezuela hoy por hoy no llega a cien dólares, y eso sucede porque todos los países están sumidos en los esquemas capitalistas, digan lo que digan, sin entrar a analizar las virtudes y los defectos de dicho sistema, y en esos esquemas si no se tiene nada qué ofrecer, pronto serás echado a un lado, tal y como sucedió a la mayoría de los países africanos desde que los reinos europeos comenzaron a salir de ellos, y tal como le está comenzando a suceder a Venezuela en este momento donde solo nos queda petróleo “lomito” para tres años y por otra parte nos quedan nuestras riquezas no extraídas del subsuelo, tales como los minerales, el petróleo extrapesado y el gas, que no hemos sabido explotar pero que “el poderoso” las necesita, y por supuesto que quiere ponerles la mano al costo más barato posible, algo muy normal. De allí que comencemos a observar el lobby que están haciendo con la excusa de “la dictadura”, un adjetivo a todas luces discutible pero que es la misma medicina que le han aplicado a otros países como Cuba, Vietnam, Irak, Libia, lobby del que van a pasar si no se toman acciones contundentes contrarrestantes en el corto plazo.

Eso de que Fidel Castro prefirió seguir los pasos de la URSS en lugar de los de EEUU no es algo del todo compartible. Cuba acudió a la URSS dado el corte abrupto del soporte económico de EEUU, un país metido de lleno en la economía cubana en esa época y que de repente se vieron afuera. La población de Cuba no tenía la culpa de que sus gobernantes de turno se hayan decidido por un sistema de gobierno el cual a EEUU no le gustaba, y que entonces EEUU les haya cortado sin miramientos todo tipo de suministro de bienes esenciales en un uso violento de poder, poniéndolos a sufrir hambre y carestía durante décadas. En tal caso las sanciones debieron haber sido dirigidas a esos personajes de gobierno, pero no a una población entera de perros, gatos, otros animales, y de seres humanos.

El análisis de Arias es respetable, pero esencialmente capitalista, tal y como se desprende de sus consideraciones, siendo sus índices comparativos meramente macroeconómicos, donde exalta a los EEUU, sin pensar que el capitalismo trae grandes sumas de dinero pero a muy pocos individuos. En EEUU, por ejemplo, la suma de la riqueza económica de solo tres personas es superior a la suma de la riqueza económica del 50% de su población. Y esa epidemia se extiende a nivel mundial, donde impera la explotación del hombre por el hombre lo cual ha llevado a cifras sorprendentes en el tema de la distribución de la riqueza, cifras como que la suma del ingreso per cápita del 2% de la población mundial supera a la suma del ingreso per cápita del 50% de la población mundial, unos resultados que dejan como estela grandes masas de personas muy pobres, entre las que hay millones que no tienen ni para comer.

No es la idea merecer o desmerecer a algún otro sistema económico, pero algo anda mal en el capitalismo, el sistema imperante hoy en día a nivel mundial, pues no contribuye a una distribución justa de las riquezas de La Tierra, sino que cada año la desnivela más, según fuentes de la ONU y la OMS que dicen que volvimos a romper el “récord del hambre”, pues en 2016 hubo 770 millones, pero en 2017 hubo algo más de 800 millones de personas que pasaron hambre y casi 200 millones de niños que comieron mal.

De manera que hemos leído con mucha atención el excelente y aleccionador discurso de Arias, pero la realidad no tiene mucho que ver con el espejismo que nos muestra del “cliché ejemplar” del paisaje norteamericano que para mantenerlo requiere de 20 millones diarios de barriles de petróleo, una cifra descomunal que se le exprime a La Tierra todos los días y que la haría colapsar si no se toman medidas. Las consecuencias de ese mantenimiento son el hambre y la desnutrición, que se contraponen a ese brutal desbalance y que se traduce en el alto costo que pagan las mayorías para sostener al “american dream”, un desbalance que de manera contradictoria y con mucha frecuencia se toma como la mejor referencia para justificar el status de sus víctimas.

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