miércoles, 19 de junio de 2024

Fallar por la base

Caso de asentamiento de monopilote en una casa.
La estructura no ha fallado, pero la columna está cayendo en vertical,
lo cual lo evidencian las corridas del friso a lo largo
de las juntas con otros elementos estructurales, y la mampostería.

FALLAR POR LA BASE 
"Árbol que nace torcido, nunca su tronco endereza". Refranero popular.-               

                Toda falla estructural, en condiciones normales, en una edificación de columnas y vigas de concreto armado, tiende a ser de lento crecimiento, pero tiene la virtud de anunciarlo, en unas edificaciones mejor que en otras. Claro que las estructuras sometidas a movimientos extremos horizontales, que es el caso de los movimientos sísmicos, ofrecen otro tipo de respuesta, pero es otro caso. Por ejemplo, aquellas edificaciones cuyas estructuras (columnas y vigas) están frisadas, tienden a avisar más rápido de que no pueden más, bien sea por suelos degradados o por infraestructuras inadecuadas. Suelen avisar más rápido que las hechas con acabados en obra limpia, bien sea martillada o lijada, por una razón muy sencilla, y es que el concreto armado es más elástico que el friso de acabado.

                El friso de acabado solamente se defiende bien en micro elasticidades, como las producidas por los cambios de temperatura en el medio ambiente, pero las plasticidades, es decir, aquellos movimientos que no vuelven a su lugar de origen, o se regresan a medias, siempre son detectados por los acabados frisados.

                En Caracas nuestra capital tenemos muchos ejemplos de micro elasticidades y micro plasticidades, de las cuales, gracias a los frisos, algunas se han podido atender a buen momento y se han salvado las edificaciones. 

                Hay un centro comercial en nuestra ciudad, muy popular, que presentó indicios de fallas de infraestructura muy elocuentes, con fisuras y grietas formadas prácticamente a todo lo ancho y largo de las placas de los entrepisos que permitieron actuar con la premura necesaria, tanto es así que hubo tiempo de hacer una rigurosa visión de la situación, y una inmediata conceptualización. Hoy en día el funcionamiento del aspecto estructural  de esa edificación responde perfectamente a los movimientos y a las cargas que recibe. Fue una realidad percatada a tiempo, por lo que fue también una recuperación hecha a tiempo.

                He visto muy de cerca casos de edificios altos, privados, donde hay movimientos diferenciales porque uno o dos pilotes fueron fallando paulatinamente hasta que comenzaron a aparecer los indicios en los frisos de las fachadas y de los interiores de los apartamentos, los cuales cada vez se hacían más elocuentes. En algunas de estas situaciones me ha tocado servir de práctico en el lado de los demandantes, y siempre se trata que se deben a problemas de infraestructura, los cuales suceden mayoritariamente por fallas en el suelo portante debido a falta de un estudio geológico, así sea superficial, a un deficiente estudio de suelos, o se deben a fallas de construcción, o a fallas de proyecto, en cuanto a la escogencia del tipo de infraestructura, de sus dimensiones, y otros parámetros.

                En los edificios, estas deficiencias pueden hacer al edificio inhabitable, dado lo dificultoso que es reparar una falla de infraestructura, que la mayoría de las veces la única solución posible es parar el hundimiento del pilote, o de los pilotes, según sea lo que exista allí, en base al enriquecimiento de la calidad del suelo, para lo cual hay varios métodos, todos costosos, unos más que otros. Pero de allí a recuperar la posición inicial de la estructura, es decir, hacer la alzada del pilote a su posición inicial con la consecuente vuelta de la superestructura a su posición inicial, no he tenido la suerte de haberlo visto en mi vida profesional, pero sí he sabido de algunos casos, como el de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, donde el tiempo que se llevó, y el despliegue de recursos técnicos y económicos que se llevó ese magno procedimiento fueron extraordinarios.

                En Venezuela he visto situaciones de fallas de infraestructuras muy de cerca, incluso actualmente, que tengo un caso típico, como se puede ver en la fotografía, con un monopilote. Incluso, en mi trayectoria profesional, he vivido casos donde los propietarios han demandado a las empresas promotoras por situaciones de hundimiento de pilotes con las lamentables consecuencias que se produjeron en sus apartamentos, situación la cual ha puesto en verdaderos aprietos a la empresa promotora, quienes a su vez demandan a la empresa constructora, quienes a su vez hacen lo mismo con el inspector contratado, o con la empresa de proyectos, y ésta con la empresa de los estudios preliminares, en fin, que la tragedia se vuelve una verdadera calamidad, en la cual los propietarios de las casas y los apartamentos no tienen nada que ver, pero son los que sufren más las consecuencias porque al final pierden sus propiedades por lo inhabitables que se tornan.

                La recomendación entonces es que, al adquirir inmuebles, se cercioren de la calidad de la promotora. Averiguarle el currículo a la constructora no está demás, y tampoco está demás que la promotora le emita a cada comprador una póliza de seguro contra fallas estructurales del edificio. Inclusive cerciorarse de que la póliza sea confiable. Yo la sometería a auditoria por empresa competente para certificar su idoneidad. 

                Pareciera que es exagerado lo que acabo de decir, pero se trata de una importante inversión que se tornaría difícil de recuperar, o se tornaría irrecuperable. Y si ya no existe la empresa promotora, o la constructora, como sucede con mucha frecuencia, lo único que quedaría por hacer es lamentarse.


lunes, 17 de junio de 2024

Contigo en la distancia

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CONTIGO EN LA DISTANCIA
"¿Dónde está la memoria de los días que fueron tuyos en La Tierra, y tejieron dicha y dolor, y fueron para ti el universo?". Jorge Luis Borges.-

            No sé a ciencia cierta de qué año es esta foto, pero allí papá luce como un joven de unos dieciocho años. Está con los primeros amigos que hizo en Caracas: Gilberto Martínez y Jacinto Nouel. Él se vino a Caracas desde Capacho de trece años, con mi abuela, una sobrina recién nacida y una mochila de monedas que le mandaba a mi abuelo su hermano, producto de que le había comprado su parte en la finca de la que vivían en la depresión del Táchira. Papá vino comandando ese "batallón" por el ferrocarril del Táchira hasta Encontrados, y de allí para La Guaira en un barco. Estaban dejando al Táchira para siempre.
        Llegaron a La Guaira a una casa que tenía mi abuelo alquilada, y mi papá, quien era el menor, entregó, a sus hermanos, a mi abuela, a mi primita, y a la mochila de real.
        Mi abuelo no estaba allí. Estaba en Margarita. Era Comandante de Armas de esa Isla, donde lo puso Gómez al llegar al poder, pero todavía tenía la casa de La Guaira porque anteriormente era Presidente del Estado Vargas, y al llegar Gómez a la presidencia del país, lo sacó de allí y lo mandó a Margarita.
        Mi papá duró en La Guaira unos cuatro años, porque se mudaron para Caracas a una casa que había comprado mi abuelo, de Alcabala del Valle a Hermanas Peláez (hoy de Alcabala a Peláez), para mi abuela, quien después de tener seis hijos en Capacho (el último fue papá), fue que vino a conocer el mar, y a Caracas, al igual que mi papá. Se deben haber quedado absortos con ese viaje en un barco, y al ver el mar.
        Papá había sacado la primaria en una escuela de San Cristóbal, donde estuvo en una casa que le prestó a mi abuela un hermano de ella, pues ese señor se había venido a Caracas a un cargo importante que le había dado Cipriano Castro. En esa escuela conoció a Isaías Medina, luego presidente de la República. Eran dos niñitos. Luego en La Guaira comenzó el bachillerato.
        Ya en la casa de Caracas, conoció a Jacinto Nouel (sentado en la foto), su primer amigo en la ciudad, quien estaba enamorado de mi tía Leticia y le hacía la corte. Mi papá estaba terminando de sacar el bachillerato, donde conoció a Gilberto Martínez, amigo de toda su vida, el otro que está en la foto; y conoció a la que luego sería su primera esposa, María Adrián. Mi papá, el que está parado del lado derecho de la foto, se graduó luego de bachiller y decidió estudiar dentistería por insistencia de su amigo Jacinto, el novio de mi tía, y Gilberto se fue con él. Jacinto, unos años mayor que papá, ya estaba adelantado en la carrera, y Gilberto y papá estaban comenzando su estudio en la Universidad Central de Venezuela, que funcionaba en lo que hoy en día es el Palacio de las Academias.
        A la larga Jacinto, no sé cómo hizo, se convirtió en dentista del presidente Gómez, y Gilberto y papá montaron un consultorio de Miguelacho a Misericordia. Mi abuelo había dejado la milicia y se había ido al estado Apure a criar ganado, que era lo que le gustaba y hacía en Capacho. Ni papá ni mi abuela lo volvieron a ver más nunca.
        Finalmente se casó mi tía con Jacinto, y al tiempito se murió mi abuelo en Apure. Mi papá se acababa de casar con María y se la llevó a vivir con él a la casa de mi abuela. Al tiempo, a papá lo nombraron secretario de gobierno en el estado Sucre, ya con Gómez en el poder, y se llevó a mi abuela. María no soportó la vida sin papá y se fue a vivir con sus padres de ella. Al tiempito papá dejó el cargo de Sucre porque habían matado al gobernador y se regresó a Caracas, se reconcilió con María y tuvieron otro hijo, una niña.
A papá se le murió María, quien lo dejó con esos tres hijos, ya unos jóvenes. Isaías Medina llegó a la presidencia y lo nombró Director General de Bienes Nacionales. Tengo esa gaceta por allí guardada. Ya viudo, se le murió su mamá, mi abuela, que la tenía viviendo en una casita que hacía esquina frente a la iglesia de San José, no San José del Ávila, sino San José, y la cuidaba su hija mayor. Conoció a mamá por esos días porque esta hija era amiga de ella en la Juventud Católica Femenina que funcionaba también en San José. Papá quedó encantado y empezó a hacerle la corte hasta que se casaron, como a los dos años de haberse conocido.
Enseguida comenzó la paridera, típica de esa época, que las mujeres vivían para parir, cuidar al marido y atender la casa.

El hato que era de mi abuelo en Apure lo cuidaba ahora su hijo mayor, quien murió al año de casarse papá y mamá. A mi papá se lo comió la idea de administrar él mismo el Hato, y empezó a viajar a Apure, unas veces en avión, y la mayoría de las veces en carro.
Mamá pasó todos los cinco años de su matrimonio viviendo esas angustias. Digo todos los cinco años porque papá murió en esa refriega, empeñado en poner a producir al Hato para dejar a mi mamá bien acomodada, y no lo pudo hacer. Para ese momento mamá ya había concebido cinco hijos, uno por año de matrimonio, y parido cuatro, pues el último lo tenía todavía en el vientre, a punto de nacer.
Papá vivió 55 años. Yo tenía apenas dos años cuando se fue. No lo recuerdo, aunque quizás sí me vengan a la mente uno que otro capítulo, muy difusos, pero le agradezco haberme dado la vida, y sus buenas intenciones con mamá.
Bueno papá: para el comercio, hoy es el día del padre, pero para mí, es otra oportunidad para compartir contigo en la distancia. Como todos los años en este día, me jacto de ti. Hoy te regalo mi imaginación, y esta foto, que la coloreé pacientemente, imaginándote. Así que, papá, pasa un feliz día, y me alegra que ya estés compartiendo con mamá por esos lares, una bella persona, muy enamorada de ti siempre, quien te guardó luto por mucho tiempo, nunca se volvió a casar, y nunca se quitó el apellido Moros.
Besos y abrazos en la distancia.

Todas las r

domingo, 9 de junio de 2024

Carare



CARARE
“En las noches claras, resuelvo el problema de la soledad del ser. Invito a la luna y con mi sombra somos tres.” Gloria Fuertes.

          Esta fotografía se ha puesto muy de moda últimamente. La he visto en Facebook, en Instagram, y también en TikTok, y la traen a colación por diferentes motivos, entre ellos, los bultos de colegio que se usaban, y el hecho de que un kindergarten sirviera también como sellado del 5 y 6.

          Yo la conservo porque la recorté de un periódico, hace ya varios años, pero la refiero porque el niño que viene después del que está en el umbral de la puerta, soy yo, de cuando vivíamos mi mamá y sus hijos en la urbanización Delgado Chalbaud, conocida normalmente como Coche. La Escuela se llamaba Rafael Rangel, y ese señor que está atendiendo la salida de los niños es su dueño, el profesor Padilla, quien era muy considerado con mi mamá con el asunto del pago de las cuotas, que siempre estaban atrasadas.

          Allí estuve hasta segundo grado. Me sacaron de esa Escuela porque mamá encontró una oportunidad en el colegio San Agustín de Los Jardines del Valle, que era un colegio católico, su ambición. 

          Salí de la escuela Rafael Rangel con segundo grado aprobado, una promovida galanteada por una nota que aparecía en mi Libreta de Control Escolar que decía: “Definitiva: Excelente”, firmada por Conchita Osío de Bello, mi primera maestra, quien, cuando yo estaba en kinder, las notas que colocaba mensualmente en mi boleta eran radicalmente diferentes, pues siempre hablaban de que mi comportamiento era terrible. La verdad es que no recuerdo a qué se debía ese comportamiento. Lo que sí sé es que a los dos años de estar yo allí, entraron en la Escuela mis dos hermanitos, y, según me contaba mi mamá, desde allí en adelante comencé a ser otra persona.

         Pero en realidad, al ver la foto, me acordé fue de la novia del profesor Padilla, a la que conocí en la casa de él, y era una mujer muy bonita.

         Resulta que el profesor Padilla era soltero, y vivía en uno de los bloques de Coche. Una vez le dio neumonía y recuerdo que mi mamá, siempre atenta con nuestros profesores toda la vida, nos llevó a los hijos para hacerle una visita comenzando la noche. Lo encontramos postrado en su cama, con la ventana abierta y el resplandor de la Luna encima. Estaba pálido como una hoja seca y con la cobija tapándole hasta el cuello.

        Recuerdo esta experiencia como todas las primeras que nos suceden a esas edades tempranas. Allí estaba con él una mujer, más o menos como de la edad de mamá, de cabello negro azabache, bonita, a quien se le notaban dos colores de piel en las manos, en los brazos y en el cuello, como si fuesen charquitos de leche en un delta. Yo quedé impresionado, porque era la primera vez que veía a una persona con la piel de esa manera.

        Todo me pareció muy triste. Solamente al ver al Profesor en ese estado y a la señora con esa piel, me supuse un cuadro de una situación de mutuo auxilio, donde ella lo cuidaba a él y él la protegía a ella, y eso me hizo sentir mejor. La revolución que sucedió en mi mente en ese momento es absolutamente cierta porque así la recuerdo hoy en día. 

         Al regresarnos a nuestra casa, y ante mis preguntas, mamá me explicó lo que le pasaba a esta señora, la novia del Profesor Padilla. Así me informé de las causas del panorama, aprendí algo nuevo, y confirmé con mi mamá la impresión que me había llevado.