domingo, 9 de junio de 2024

Carare



CARARE
“En las noches claras, resuelvo el problema de la soledad del ser. Invito a la luna y con mi sombra somos tres.” Gloria Fuertes.

          Esta fotografía se ha puesto muy de moda últimamente. La he visto en Facebook, en Instagram, y también en TikTok, y la traen a colación por diferentes motivos, entre ellos, los bultos de colegio que se usaban, y el hecho de que un kindergarten sirviera también como sellado del 5 y 6.

          Yo la conservo porque la recorté de un periódico, hace ya varios años, pero la refiero porque el niño que viene después del que está en el umbral de la puerta, soy yo, de cuando vivíamos mi mamá y sus hijos en la urbanización Delgado Chalbaud, conocida normalmente como Coche. La Escuela se llamaba Rafael Rangel, y ese señor que está atendiendo la salida de los niños es su dueño, el profesor Padilla, quien era muy considerado con mi mamá con el asunto del pago de las cuotas, que siempre estaban atrasadas.

          Allí estuve hasta segundo grado. Me sacaron de esa Escuela porque mamá encontró una oportunidad en el colegio San Agustín de Los Jardines del Valle, que era un colegio católico, su ambición. 

          Salí de la escuela Rafael Rangel con segundo grado aprobado, una promovida galanteada por una nota que aparecía en mi Libreta de Control Escolar que decía: “Definitiva: Excelente”, firmada por Conchita Osío de Bello, mi primera maestra, quien, cuando yo estaba en kinder, las notas que colocaba mensualmente en mi boleta eran radicalmente diferentes, pues siempre hablaban de que mi comportamiento era terrible. La verdad es que no recuerdo a qué se debía ese comportamiento. Lo que sí sé es que a los dos años de estar yo allí, entraron en la Escuela mis dos hermanitos, y, según me contaba mi mamá, desde allí en adelante comencé a ser otra persona.

         Pero en realidad, al ver la foto, me acordé fue de la novia del profesor Padilla, a la que conocí en la casa de él, y era una mujer muy bonita.

         Resulta que el profesor Padilla era soltero, y vivía en uno de los bloques de Coche. Una vez le dio neumonía y recuerdo que mi mamá, siempre atenta con nuestros profesores toda la vida, nos llevó a los hijos para hacerle una visita comenzando la noche. Lo encontramos postrado en su cama, con la ventana abierta y el resplandor de la Luna encima. Estaba pálido como una hoja seca y con la cobija tapándole hasta el cuello.

        Recuerdo esta experiencia como todas las primeras que nos suceden a esas edades tempranas. Allí estaba con él una mujer, más o menos como de la edad de mamá, de cabello negro azabache, bonita, a quien se le notaban dos colores de piel en las manos, en los brazos y en el cuello, como si fuesen charquitos de leche en un delta. Yo quedé impresionado, porque era la primera vez que veía a una persona con la piel de esa manera.

        Todo me pareció muy triste. Solamente al ver al Profesor en ese estado y a la señora con esa piel, me supuse un cuadro de una situación de mutuo auxilio, donde ella lo cuidaba a él y él la protegía a ella, y eso me hizo sentir mejor. La revolución que sucedió en mi mente en ese momento es absolutamente cierta porque así la recuerdo hoy en día. 

         Al regresarnos a nuestra casa, y ante mis preguntas, mamá me explicó lo que le pasaba a esta señora, la novia del Profesor Padilla. Así me informé de las causas del panorama, aprendí algo nuevo, y confirmé con mi mamá la impresión que me había llevado. 

 

1 comentario:

  1. Que interesante reseña, se que se siente una gran nostalgia por lo vivido en es época, pero que se traduce en una gran felicidad. La vida es bella!!!

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