EULOGIO MOROS MOROS, un valiente
En el centenario de su fallecimiento.-
Ahora, a principios de diciembre, es decir, dentro de muy pocos días, se cumplen cien años del fallecimiento de Cipriano Castro Ruiz, personaje que gobernó a Venezuela entre octubre de 1899 y diciembre de 1908, cuando Juan Vicente Gómez le regaló tremenda sorpresa de reyes al darle un golpe de estado y quitarle el mando, aprovechándose de su ausencia debido a una dolencia que Cipriano tenía y que comenzó a tratarse en París.
Da la casualidad de que cuando a mi bisabuelo José Jesús Moros Parra, se le ocurrió montarse en Lomas Altas, un cerro de la depresión del Táchira, para ponerse a criar novillos, allí ya estaba don Carmelo Castro instalado desde hacía tiempo haciendo lo mismo, y ya era un finquero bastante bien acomodado, gracias a su constancia en esa labor, no solo para engordarlos y venderlos, sino también para cogerles cría y leche, y elaborar quesos, para bajar a los pueblos vecinos y vender la producción. Era el negocio por excelencia de la época, en esa región de nuestro país.
Allí en Lomas Altas mi bisabuelo comenzó a hacer familia y tuvo a sus primeros hijos, entre ellos a mi abuelo Eulogio.
Mi bisabuelo, quien nació un poquito antes de que se muriera Simón Bolívar nuestro Libertador, al paso de los años se convirtió también en un buen finquero, y en el ir y venir de su diario vivir hizo buena amistad con don Carmelo, a quien llamaban "Carmelito" por cariño, y cuando hubo el terremoto que abarcó al departamento colombiano Norte de Santander y al estado Táchira, se unieron al grupo de tachirenses que solicitaron parcela en Capacho Nuevo, el nuevo pueblo a construir, y que iría a sustituir al antiguo San Pedro de Capacho, destruido por el terremoto.
Ya mi abuelo tenía catorce años, y Cipriano 17 años, pero andaban juntos desde que tenían uso de razón, allá arriba en Lomas Altas.
Al poco tiempo se conformaron las parcelas en Capacho Nuevo y se hicieron las casas. Don Carmelo tomó la suya y mi bisabuelo la de al lado, por lo que siguieron siendo vecinos.
Cipriano nació con el espíritu aventurero muy arraigado, y le entusiasmaban los pleitos para resolver buenas causas, y mi abuelo estaba allí, afiliado a él junto con otro grupo de muchachos, quienes se hicieron llamar "Los Amarillos", y defendían la construcción del nuevo Capacho en contra de otro grupo de jóvenes quienes querían todo lo contrario, es decir, defendían la tesis de para qué otro Capacho si lo mejor era reconstruir el viejo y listo. Total que estos enfrentamientos entre ellos ocurrían principalmente por el sabotaje permanente de Los Azules a los trabajos de construcción que se hacían para la creación de Capacho Nuevo.
Finalmente se hicieron los dos pueblos, y dado el éxito de la defensa de esa causa de hacer el nuevo, el general Eladio Lara, comandante del ejército en la región para ese momento, quiso contratar a la pandilla completa de Cipriano Castro para combatir a un tal Espíritu Santo Morales, quien se había alzado en La Grita. Para la gran sorpresa, los muchachos, comandados por Cipriano, regresaron victoriosos del puente de La Grita y el general Eladio los metió a todos al ejército como suboficiales menos a mi abuelo y a Cipriano, a quienes nombró tenientes.
De aquí en adelante Cipriano y Eulogio se hicieron llave. A Cipriano una vez lo metieron preso por haber herido de bala al hermano de un sacerdote por violentar a su hermana, y mi abuelo lo sacó de la cárcel, cruzaron la frontera y se refugiaron en Cúcuta. Luego vinieron las escaramuzas políticas contra Crespo, y los dos se volvieron anticrespistas pues ese señor le había dado un golpe de estado a Raimundo Andueza Palacio (1890 - 1892), el presidente de turno, y eso no era legal.
Luego vino la Revolución Liberal Restauradora, donde mi abuelo hizo junto a Cipriano todo el recorrido desde Capacho, ahora llamado Independencia, hasta Caracas. Luego de tomado el poder, mi abuelo seguía con la causa. Ejerció varios altos cargos hasta que Cipriano se tuvo que ir del país por su enfermedad, y más nunca se volvieron a ver.
Así surgió la segunda etapa de la vida de mi abuelo, la más difícil, bajo el régimen de Juan Vicente Gómez, en medio del cual falleció en su cama, muy joven, en febrero de 1924.
Cipriano Castro también murió en 1924, el cuatro de diciembre, en Puerto Rico, también malogrado por Gómez. De tal manera que este año se conmemora el centenario del fallecimiento de estos dos personajes.
Para mí, mi abuelo fue un valiente. No tanto por sus andanzas con Cipriano Castro, que ya es bastante decir, sino por las peripecias que tuvo que hacer para liberarse de las garras de Gómez, quien lo quiso poner a su servicio en el llano, en un ejercicio poco ortodoxo de la amistad. Es otra historia, pero fue un periodo amargo en el cual, sin embargo, pudo zafarse de la injusticia y del oprobio, y salir exitoso sin el concurso de Gómez, a pesar del peligro inminente de que le forzaran el final de sus tiempos.
Vaya mi homenaje a mi abuelo con este escrito, en esta fecha, además de mi admiración.
Y en esta conmemoración centenaria, paz a su alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario